EDITORIAL

Mayo de 2010


Raúl Fierro P.

Bastante agua ha corrido bajo el puente desde la anterior edición de este boletín a la fecha. Cambios importantes ocurridos principalmente en el plano político que, por cierto, influyen en el devenir de la educación en general, y de la educación universitaria en particular. Provocado por un fuerte grado de despolitización de nuestra sociedad y por el acentuado individualismo inherente al sistema económico neoliberal, finalmente la derecha llegó al gobierno. Por cierto, otras causas y errores políticos, principalmente de parte de la Concertación, posibilitaron esta situación. Sin duda, el triunfo de la derecha política es de notable importancia, sin perjuicio que este hecho constituye un serio retroceso de parte de las perspectivas democratizadoras impulsadas por las organizaciones sociales y partidos de izquierda. Como lo señalara Jorge Arrate en reiteradas oportunidades, “Piñera representa el punto más alto de fusión entre dinero y política. Hoy la derecha suma al poder económico, comunicacional y gubernamental, buena parte del Congreso y de los municipios, poderosas universidades, colegios y escuelas, instituciones de salud y seguridad social privadas, o sea, una concentración de facultades desconocida en Chile, salvo durante los diecisiete años de dictadura pinochetista.

En contraste con el triunfo de la derecha, por primera vez desde el término de la dictadura, llegan al Congreso tres diputados comunistas. Este hecho, aunque insuficiente para las grandes transformaciones que requiere nuestra sociedad, es un triunfo significativo de aquellas fuerzas que constantemente han estado luchando por una nueva constitución política en general y un cambio al sistema binominal, en particular. Al respecto, debemos señalar que la candidatura de Arrate puso sobre la discusión política el reemplaza de la actual Constitución mediante la creación de una Asamblea Constituyente, para permitir la expresión de la soberanía popular. Esta proposición llevó a los otros candidatos presidenciales, diferentes a Piñera, por cierto, a formular también la necesidad de cambiar la Constitución. Difícilmente, sin al candidatura de izquierda, algún otro candidato hubiera planteado esta necesidad. Otros planteamientos de parte de los candidatos presidenciales del centro político, como los derechos históricos de los pueblos originarios, la justicia plena en materia de derechos humanos y la recuperación del cobre para todos los chilenos, no habrían sido posibles sin la existencia de esta candidatura de izquierda. Por otra parte, y en relación a nuestra competencia, la candidatura de Arrate puso en el centro la necesidad de un trato digno para las universidades públicas y de avanzar hacia un sistema nacional de educación pública que signifique atacar de manera frontal las grandes desigualdades de nuestra sociedad. Aunque la izquierda, agrupada en el conglomerado Juntos Podemos Más, aspiraba a una mayor adhesión electoral, su candidatura presidencial obtuvo el 6.21% de la votación popular, alcanzando el más alto porcentaje obtenido por una candidatura presidencial de izquierda desde 1970.

No es posible esperar de parte de la Concertación una oposición franca al gobierno de Piñera. Algunos de sus integrantes han anunciado que una oposición frontal al gobierno traería como consecuencia el castigo de la ciudadanía. “Si hacemos una oposición dura e implacable, el país nos castigará.” (“El Mercurio” 7/2/2010). Por otra parte, otros han optado por integrarse al gobierno de Piñera. De modo que la tarea de producir un cambio de gobierno, en cuatro años más, descansa principalmente en las organizaciones sociales ligadas al trabajo, a la educación y a los partidos de izquierda

Otro fenómeno que, junto con producir un duro golpe a un gran número de personas, influyó en la situación política actual, fue el terremoto ocurrido recientemente en la zona centro- sur del país. Desde aquí también se ha pretendido obtener ganancias políticas, toda vez que ya se ha anunciado que muchas de las promesas de la campaña, por supuesto las que ya parecían demagógicas, tendrían que ser postergadas por la necesidad de reconstruir el país. Parece una paradoja que la reconstrucción deba postergar las necesidades inmediatas de la gente. Por otra parte, el pretendido gobierno de “unidad nacional” encuentra su mejor escenario ante la catástrofe ocurrida. De hecho, la Concertación ha disminuido la oposición existente a este tipo de gobierno hasta antes del sismo. Se agrega al eufemismo de “unidad nacional” el de la “oposición constructiva”. La verdad de todo esto es el aprovechamiento del alto grado de despolitización del país, para profundizar el modelo económico neoliberal, reafirmando el lucro como motor de todos los ámbitos de la existencia, disminuyendo el sentido de lo estatal y lo público, e intensificando los instrumentos de represión del estado. Los eufemismos mencionados son también caldo de cultivo para la precarización del empleo y la inestabilidad laboral. En concreto, estos eufemismos serán la base para establecer una complicidad que permite profundizar aún con más fuerza el modelo económico neoliberal. La nominación del gabinete presidencial es una muestra clara de las intenciones que en esta editorial se describen.

Finalmente, destaquemos que no es bueno llorar sobre la leche derramada, el gobierno hará lo que es propio de un gobierno de derecha, incentivará el lucro, junto a sus pocos aliados en la región, se opondrá a los principales gobiernos de justicia social existentes en América Latina, pero también no es difícil prever que las fuerzas vivas de nuestra sociedad darán una fuerte lucha por sus derechos, ya bastante conculcados desde el comienzo del neoliberalismo en nuestro país y el mundo.

INVESTIGACIÓN UNIVERSITARIA

Su incidencia histórica en la calidad del sistema universitario


Gustavo Quintana

Hace casi 100 años Ortega y Gasset al definir las misiones de la universidad, junto con resaltar la” misión irrenunciable de ella en la formación de buenos profesionales y hombres cultos”, agrega con insistencia que la universidad es esto ,pero no sólo esto, sino que es, además, creación de nuevo conocimiento, sin lo cual la universidad se anquilosa y muere.


Al plantear la creación de nuevo conocimiento y la investigación como funciones sin las cuales la universidad decae y muere, lo que Ortega y Gasset hace implícita y explícitamente es definir esta función como el alma y la dignidad de la universidad


La concepción del profesional como un hombre culto implica, además, que no lo visualiza como un tecnócrata formado sólo para aplicar determinados conocimientos, casi en forma rutinaria, sino como un hombre con un conocimiento mucho más amplio sobre la naturaleza y la sociedad, lo que le permite tener una visión crítica sobre ella y ser creativo en el ejercicio de su profesión


Con diferentes matices esta concepción de la universidad continua siendo válida hasta el día de hoy y podemos encontrarla presente en diferentes momentos de la historia universitaria chilena .

Al plantearse la relación entre docencia e investigación en la formación de pregrado de profesionales universitarios, el profesor, investigador y notable fisiólogo Alejandro Lipschutz expresa que “la enseñanza universitaria profesional (pregrado) no consiste en dictar tan solo las clases para exponer las conclusiones a la cual ha llegado la ciencia en el campo respectivo y en enseñar como se aplican estas conclusiones para poder curar enfermos, construir puentes, cancelar pleitos y enseñar a los niños. . La enseñanza universitaria es hoy en día mucho más compleja. No se trata de exponer doctrinas, sino que se trata de hacer vivir a los jóvenes, en la universidad, la vida de la ciencia misma” (La organización de la universidad y la investigación científica-Eds. Nascimiento, Chile, 1943)

A comienzos de este milenio Pilar Armanet, responsable de la C.S.E., responde a la pregunta de si no encuentra que 60 universidades son demasiadas (revista QUE PASA, Diciembre 2002)de la siguiente manera: ”La pregunta que yo me haría no es si se justifica que haya 60 universidades, porque la verdad es que no son todas universidades “ Una universidad, como tal, tiene que hacer investigación “ y “las universidades que son docentes obedecen a otros criterios”.
Los momentos de mayor desarrollo del sistema universitario, donde alcanza su máxima calidad (1973)y los del comienzo de su declinación (1981 y los D.F.L.de ese año ) están ligados al impulso dado al desarrollo de la investigación o al freno brutal de esta función que caracteriza los últimos 28 años.


Así, entre los años 1960 y 1973, los planteamientos esbozados anteriormente continuaron desarrollándose, y, a juicio de Conicyt (Proposiciones para el desarrollo científico y tecnológico de Chile (14/06/1995), “ durante los años 60 y comienzos de los años 70 el Estado de Chile realiza un esfuerzo fundacional para desarrollar las capacidades científicas y tecnológicas del país”. Con esto se refiere al proceso, ya insinuado en los años 50 y desarrollado con mucho más fuerza en los años 60 y comienzos de los 70, para rescatar el valor de la investigación en el quehacer universitario chileno, como respuesta ineludible ante el estancamiento creciente de las universidades chilenas, incapaces de comprender el desarrollo acelerado del conocimiento y del pensamiento crítico en el resto del mundo.



La calidad de la producción científica y de la potencialidad alcanzada por los investigadores hasta 1973 puede inferirse, indirectamente, de los indicadores científicos y tecnológicos (1998-1999) de Conicyt . Allí se constata que los resultados de la producción científica chilena en 1981 pueden evaluarse en 4,54 artículos por 100.000 habitantes, la cifra más alta de Latinoamérica., a. pesar de la razzia universitaria de los años 1973 a 1975 (50% de los académicos exonerados) y de la concentración de la investigación en áreas reducidas (81% de las publicaciones aparecen en las áreas de la Biología , las Ciencias Médicas y la Química, desapareciendo del quehacer universitario la mayor parte de la producción en Matemáticas, Física, Historia, Filosofía ,Literatura y Artes (M. Krauskopf --La investigación universitaria en Chile-CPU-1992)). Esta producción corresponde naturalmente a los investigadores surgidos de los procesos anteriores a 1973 y que sobrevivieron a la ola de exoneraciones.

Si el daño producido por la exoneración de académicos, por los DFL de 1981 y por la ley de acreditación de la calidad es enorme, lo es aún más la ausencia de una política coherente para superar este daño, evidencia de la falta de voluntad política para enfrentar seriamente el problema.


La importancia de la investigación en la calidad del sistema universitario se hace patente, por una parte, por la estrecha relación entre la caída de de la calidad de ésta (que ya nadie discute), la disminución del número de investigadores en ejercicio y por la reducción de los recursos destinados a la investigación universitaria.


En la desaparición sostenida de investigadores por exoneraciones, envejecimiento y ausencia de política de recambio y de reimpulso de la investigación hay cinco referencias ilustrativas:
-. Marta Bories, en comunicación personal al Consejo de Rectores informa que en el periodo 1985-1990 Chile forma sólo 19 doctores por año en el país y unos 2 en el extranjero.
En 1993 Francisco Saavedra y otros (“Size and Ageing of the scientific community in Chile”—Scientometrics , 1993) manifiesta con preocupación que la fracción de investigadores mayores de 40 años creció de 34,7% en 1982-1983 a 61,9% en 1991-1992.


Jorge Allende, premio nacional de ciencias plantea en 1991 (“Los post-grados en Chile: limitaciones y perspectivas”) que “una meta razonable en el área de los doctorados sería la formación de aproximadamente 150 doctores por año, para sustituir a aquellos que jubilarían anualmente a partir del año 2000”.


Mario Letelier, en 1992 estima, por su parte, (Los estudios de postgrado y el desarrollo universitario en Chile) que el ritmo de formación de doctores debiera ser de 500 por año para que, en las condiciones de 1992 , se reemplazara por doctores a todos los académicos del sistema universitario que lo abandonarán.


Finalmente, Eric Goles manifiesta en 1999 (Seminario “La universidad piensa a Chile”), que “en cuanto a la importante tarea de formación de investigadores jóvenes, de jóvenes dedicados a la ciencia básica o ciencias de la ingeniería, el año 1997, tuvimos, a nivel de doctorado, alrededor de 50 y, evidentemente, con eso no llegamos a ninguna parte”


La repercusión de este desinterés político por parte del Estado en la investigación universitaria ha llevado incluso a organismos monetarios internacionales (B.M. y OCDE) y a algunos economistas liberales a señalar su inquietud ante la contradicción insuperable que se desarrolla entre los objetivos confesados por el Estado chileno, de salir del subdesarrollo, y las políticas neoliberales aplicadas (con toda su ortodoxia) al sistema de educación.

Es ante este hecho que el B.M. en Enero de 1998 plantea que el sistema chileno es perverso, inequitativo, vulnerable y peligroso; que el número de científicos activos no alcanza al 50% de los necesarios para el desarrollo del país y que el sistema gradúa solo unos 50 doctores por año, cifra por debajo del promedio de los países de A. L. Consecuentemente con esto, sólo el 12,4 % de los académicos posee grado de doctor, cifra muy inferior al promedio de los países más desarrollados.

¿Cómo se llegó a esta deplorable situación? ¿Cuál es el camino para que el sistema universitario alcance un nivel de calidad a la par con el desarrollo que ha alcanzado la cultura, el conocimiento y el pensamiento en el resto del mundo?

Las claves para entender el paso abrupto de un sistema universitario de calidad, en claro desarrollo, a uno en plena decadencia, están en el paso de la estructura del sistema universitario existente hasta 1973, al modelo neoliberal producto de los DFL de 1981,

El anexo 1 de los DFL de 1981 explica las razones por las cuales es indispensable una nueva legislación universitaria. Sintetizando éstas encontramos:


Un cuestionamiento a la misión social de la universidad y de respaldo al desarrollo global del país.
Un cuestionamiento al financiamiento de las universidades públicas y privadas existentes, por parte del Estado, y a la autonomía (autonomía financiera, entre ellas) con que desarrollan su quehacer académico y se integran a su misión social, planteando que esto sólo es fuente de mediocridad académica al desaparecer el incentivo de competir por los recursos. Este cuestionamiento se traduce, a través del DFL Nº 4 de 1981, en la reducción gradual del aporte estatal a las universidades, el que llega hoy en día a un porcentaje bajísimo del presupuesto de las universidades del consejo de rectores.


Finalmente cabe señalar las dos preocupaciones centrales de la nueva legislación, que son: Asegurar la libertad de enseñanza y el derecho de los interesados en crear nuevas universidades, sin ninguna regulación , única manera de incentivar la competencia y de elevar la calidad académica , eliminando todos los espacios democráticos.

El balance de 28 años de aplicación del modelo neoliberal, con pequeños retoques (LOCE, LGE ), analizado a la luz de de los últimos datos entregados por la Comisión Nacional de Acreditación, demuestran que la calidad reside aun en 6 de las 8 universidades existentes en 1973 (U.Chile, U.Católica de Chile ,U. Católica de Valparaíso .U.de Concepción ,U. de Santiago y U. Austral) más la U. de la Frontera, derivada de las universidades estatales de 1973 , las únicas acreditadas en todas sus áreas, y que aparte de ellas sólo otras 5 universidades del consejo de rectores(U. Antofagasta ,U. Tarapacá U. de Valparaíso U. F.Santa María y U. Bío Bío), más la universidad A. Bello, lograron ser acreditadas también por investigación.

Finalmente se hace evidente que el cambio en la calidad del sistema universitario no está en continuar tropezando en la misma piedra (el sistema neoliberal , la educación privada, y el mercado como regulador), sino en devolver a la investigación su papel dinamizador de calidad de los años 60 e inicios de los 70 .


Considerando que la investigación y la creación son una necesidad de la sociedad para asegurar su desarrollo económico y cultural ( ideológico, artístico, científico, tecnológico …..), pero que también lo son de la universidad, para asegurar la calidad de los profesionales universitarios que forma y de los cuadros que serán el relevo de los investigadores de hoy día, es preciso que, junto con aumentar el presupuesto en investigación (que no puede ser inferior a un 3% del P.I.B.), la universidad deba disponer de suficientes recursos que aseguren la cobertura de todas las disciplinas, asegurar la calidad de ella (concursando nacionalmente a una parte importante de los recursos de investigación del país ) y la transmisión del espíritu creativo, asociado a la investigación , al conjunto de los estudiantes, ya sea por el conocimiento de los resultados de los proyectos que se desarrollen o por la participación de ellos en partes de los proyectos mismos. Nada es más contraproducente que, en su interior, el objeto de la investigación y el conocimiento de sus resultados sólo sea un asunto entre el investigador y quien asigna los recursos.


Además de ello, y en el espíritu de toda la descentralización que sea posible y toda la centralización que sea necesaria, es aconsejable que cada universidad maneje y asigne autónomamente alguna cantidad de recursos orientados a la formación de nuevos investigadores, financiando sus primeros proyectos u otorgando algunas becas de postgrado.

Sólo una vez reconsolidada la investigación universitaria debieran crearse estructuras de investigación independientes de las universidades, de acuerdo a las necesidades de desarrollo del país, sean ellas privadas o estatales.

¿Qué hacer con esas casi 40 universidades que en verdad no son universidades?
No debe olvidarse que el sistema de educación superior no sólo esta compuesto por universidades y que los Institutos Profesionales y los C.F.T. son posibilidades de reconversión.

EL SISTEMA DE EDUCACION SUPERIOR EN CHILE


Ricardo López

I.- El actual sistema de educación superior chileno es caro, malo y privado.

Una primera característica del actual sistema de educación superior en Chile es que este es mayoritariamente privado, en efecto, a partir de las reformas de los años ´80 en que sólo existían ocho universidades en nuestro país financiadas con recursos del Estado, en la actualidad contamos con 177 instituciones de educación superior, incluyendo Universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. De un total de 800.000 matrículas en el año 2009 el 75% de estas son ofrecidas por instituciones privadas.

También el actual sistema de educación superior se encuentra entre los más caros del mundo. En efecto, según la OECD, Chile se encuentra entre las seis naciones más caras en la educación terciaria. El costo promedio de una carrera universitaria es de US$ 3.140 al año según medición corregida por paridad de compra.
Con la misma paridad de compra Chile se equipara en costo a países como Australia, Canadá, Japón y Corea del Sur. Ciertamente no nos equiparamos a estos países en calidad de la educación impartida.

Australia tiene ocho universidades dentro de las 100 mejores del mundo. Canadá tiene seis y Japón cuatro. El primer plantel chileno en aparecer en este ranking es la Universidad Católica que está en el puesto 239.
Una cifra reveladora de esta situación es la inversión por alumno que realizan estos países: Chile: US$ 7.000, Australia: US$ 15.000 y Japón: US$ 13.000, todo en dólares de similar paridad de compra.

Otra característica es que, también según la OECD, el costo de la educación superior es asumido en su mayor parte por las familias chilenas. Según este estudio el 85% del gasto que realizan la Universidades en sus alumnos se financia con el aporte de los hogares.

Una cuarta- y no menos importante- constatación, es sobre la calidad de la educación superior. Con datos de Índices del Consejo Superior de Educación, el Instituto Libertad y Desarrollo construyó un ranking de calidad para las universidades nacionales. Este ranking genera una clasificación en Universidades de Baja Complejidad (mala calidad), de Complejidad Media (igual al promedio) y de Complejidad Superior (buena calidad).
El dato más relevante de este ranking, elaborado por un instituto que no es precisamente un defensor del sistema público universitario, es que el 81% de las universidades privadas se encuentra en la clasificación de baja complejidad, es decir de mala calidad.

Resumiendo, a partir de los años ´80, nuestro sistema de educación superior se ha privatizado, es uno de los más caros del mundo, lo deben financiar mayoritariamente las familias y es de mala calidad.

II.- En la educación superior el mercado no funciona.

Durante los últimos años las comunidades universitarias que pertenecen al Consejo de Rectores de Universidades Chilenas (CRUCH) que se compone de universidades estatales y privadas con aporte estatal, han planteado de todas las formas posibles que el Estado debe involucrarse más y entregar mayor financiamiento a estas universidades.
El requerimiento obedece a la necesidad de elevar los estándares de calidad y permitir la matrícula de todo estudiante meritorio que provenga de los sectores más desposeídos.

La situación requiere de actuar con urgencia: el 50% de las universidades estatales se ubica en la clasificación de baja complejidad (mala calidad) así como un tercio de las privadas tradicionales.

¿Qué es lo que realmente ha ocurrido?

A partir del año 1981 las universidades tradicionales, estatales y privadas con aporte estatal debieron asumir la política impuesta por los rectores delegados de lograr autofinanciarse. Al mismo tiempo se permitió la apertura de nuevas universidades privadas que comenzaron a actuar en una lógica mercantilista sin restricciones ni regulaciones de ningún tipo.

Durante todos estos años, a partir de 1981, los negocios privados de educación superior se han enseñoreado en nuestro país, han obtenido pingues ganancias y sólo muestran que la educación superior en Chile no sólo se ha estancado en calidad sino que ha retrocedido dramáticamente.

El negocio de la educación superior fue impuesto de la manera neoliberal más ortodoxa, las únicas regulaciones importantes fueron la hipócrita definición de que las universidades debían ser instituciones sin fines de lucro y la acreditación de calidad.

Ni una ni la otra funcionan: todos sabemos que el reputado ingenio empresarial pronto encontró la forma de burlar el tema del lucro vía empresas inmobiliarias y la acreditación, que comenzó como responsabilidad del Estado (MINEDUC-CNAP), hoy es una nueva área de negocios para empresarios neoliberales vinculados a la educación.

En estos años, de un sistema mixto, prestigioso, de buena calidad y esencialmente gratuito hemos pasado a lo ya descrito: un sistema privado, de mala calidad y caro.

El producto promedio del actual sistema de educación superior se distingue por las siguientes características: profesionales con bajos niveles de competencias en sus disciplinas, con ninguna o muy escasa formación humanística, personas acríticas, egoístas y sin ninguna sensibilidad social.

De no poner atajo al avance de la selva mercantilista en la educación las universidades tradicionales irán, por la fuerza de la sobrevivencia, cayendo en las mismas conductas de las nuevas universidades privadas: disminuir la calidad docente eliminando cargos de jornadas completas, pagando honorarios ridículos a profesores-hora y transformando las actividades de extensión e investigación en fuentes de recursos sin importar la calidad ni el mérito transformador en la sociedad de tales actividades.

El mercado de la educación superior en Chile es probablemente uno de los más desregulados del mundo, eso lo convierte en un apetitoso botín para consorcios internacionales que ya han comenzado a operar en nuestro país. Estos consorcios pueden hacer en Chile lo que no pueden realizar en sus países de origen.

Esto permite vaticinar que en pocos años el sistema de educación superior en Chile se habrá concentrado de tal manera que sólo operarán unos cuántos consorcios que coludidamente se repartirán el botín. Tal como aconteció con las AFP, las ISAPRES, los servicios públicos, las cadenas farmacéuticas, entre otras.

En la educación superior, la “mano invisible” no genera mayores eficiencias, ni la competencia salvaje produce mayor calidad, el resultado es desastroso, para nuestros estudiantes, para sus familias y para Chile en su conjunto.

III.- Hacia un Sistema de Educación Superior.-

Junto con romper la nefasta política del estado neoliberal de abandono, indiferencia e inacción respecto de las universidades públicas se hace necesario caminar hacia el objetivo de establecer un Sistema de Educación Superior (SES) que rompa el actual juego de mercado salvaje que impera en nuestro país.

Se hace necesario, en primer lugar, establecer regulaciones a la actividad que aseguren el cumplimiento de objetivos de excelencia académica, de investigación pertinente (a niveles regionales) y de extensión universitaria real y transformadora.

Un SES requerirá de planificación. Esto que sonará a herejía para los adalides neoliberales, no es así, a los empresarios les encanta y les conviene planificar, sólo que no les gusta que lo haga el Estado. El plan deberá revelar objetivos estratégicos de mediano y largo plazo para nuestro sistema educativo, entre ellos los que derivan de los desarrollos de la demanda y oferta de profesionales universitarios y de nivel técnico superior. Se debe terminar con la sobre oferta de profesionales sin pertinencia ni empleabilidad que se genera, muchas veces, con publicidad engañosa.

Un SES que realice controles públicos de calidad basados en estándares básicos o mínimos que deban ser cumplidos por toda institución que opere en el sistema, estatal o privada, con o sin fines de lucro. Estándares que puedan abarcar la tasa de abandono de estudios, la tasa de graduación, la cantidad de alumnos por sala de clases, la tasa de profesores de jornada completa, la tasa de alumnos por profesor, entre otros.

Un SES que garantice igualdad de derechos en el acceso a la educación superior, que limite la competencia baldía, que fomente la colaboración académica y que establezca misiones diferenciadas en cada nivel de las instituciones que conforman el sistema (Universidades Estatales, Privadas sin fines de lucro, Privadas con fines de lucro, Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica).

Un SES que garantice el cumplimiento cabal y justo del trato laboral de todas las Instituciones con los académicos y los funcionarios.

Estas ideas no son originales, fueron concebidas en los años ´60 en el Estado de California y se plasmaron en el “California Master Plan for Higher Education” (Plan Maestro para la Educación Superior del Estado de California).

Cincuenta años después, con los necesarios ajustes y correcciones el Plan sigue vigente y ha transformado a la educación superior de California en el sistema universitario de mayor prestigio de los EE.UU.

En California se ha evitado la competencia salvaje por atraer alumnos a través de jurisdicciones exclusivas para los distintos niveles de instituciones que operan en el sistema. Se encuentra asegurada la igualdad de oportunidades, casi no existe el abandono de estudios y la tasa de graduación es superior al 85%. El 66% de los cursos tienen menos de 20 alumnos, sólo a modo de ejemplo la Universidad de California, Berkeley cuenta con una tasa de sólo 12 alumnos por profesor. En el mismo Estado de California, el 73% de los profesores de Universidades Públicas son de jornada completa, y en las universidades privadas ese porcentaje es de 59%.

El sistema universitario estadounidense es, en la opinión de la Academia Europea de Ciencias y Artes, uno de los más desregulados del mundo. (ver informe “Sistemas Universitarios de Europa y EE.UU) ¿Cómo estamos por Chile?

Estas ideas y opiniones están a disposición de la comunidad universitaria, por cierto se pueden rebatir, mejorar y agregar otras, de hecho los temas de investigación y extensión deben ser objeto de análisis en lo relativo a estándares y niveles de calidad.

Lo que no podemos hacer es dejar de avanzar en la consecución de tres objetivos: exigir mayor apoyo del Estado a las Universidades Públicas, avanzar en la constitución de gobiernos universitarios triestamentales y avanzar en la definición de un marco regulatorio del Sistema de Educación Superior y de un Plan Maestro que defina los objetivos que como sociedad deseamos para nuestras universidades públicas y privadas, con o sin fines de lucro.

ESTA OTRA VIOLENCIA. EL SAQUEO

Pablo Aravena

I.- Los políticos y los medios han optado, como acostumbran, por la vía más fácil. En un caso, el discurso condenatorio y moralizante, en otro, la exposición inmediata de las “hordas” saqueadoras frente a la dignidad del que, en el suelo, defiende su casa, su familia, lo poco que ha conseguido con el trabajo honesto. ¿Cómo no empalizar con las víctimas? ¿Cómo no estar de acuerdo con la civilizada y española figura de Amaro Gómez Pablos reprendiendo a los bárbaros saqueadores del sur? “Le pedimos por favor a la presidenta que autorice a os militares no sólo a detener, sino que a disparar a estos delincuentes”, gritaba ante las cámaras una señora gordita, de melena rubia y lentes, detrás de la reja de su jardín.

Al principio todo iba bien: otra vez la perversión de los pobres, de los marginales, desplegándose a la primera oportunidad en que se ausenta la ley. Y es que ha sido este supuesto –el de la maldad de los pobres (involuntaria o no culpable, en la versión más cristiana)- el que ha sustentado todos los apartheid legales y de hecho que ha registrado nuestro país. ¿No se acuerdan del muro que levantó la alcaldesa de Lo Barnechea para separar la ranchería de La Ermita de las casas de tres mil y tantas Ufs?

Pero como el medio no es neutral, al rato las cámaras mostraron más de lo que el editor de turno quisiera. Al lado de la poblada bajita y morena que robaba comida, licor y televisores, se alistaba gente de apariencia decente, “emprendedora”, para partir, sobre sus 4x4 y desde las bodegas mismas de las tiendas, con enseres de mayor valor. El asunto ya no calzaba tan bien, porque perfectamente ese hombre podía ser el esposo de la señora que gritaba detrás de la reja de su jardín.

Pero antes de poder comenzar a tratar de explicarnos qué estaba pasando vino la intervención “sanadora” de otra Teletón, desplegando las imágenes y testimonios de toda la destrucción y dolor del sur, como modo de impulsarnos al solidario acto de meternos la mano en el bolsillo. Ese particular modo de ligar compromiso social e individualismo, promovido por Don Francisco desde el año 1978. “El horror sobrecogedor de los actos violentos y la empatía con las víctimas funcionan sin excepción como un señuelo que nos impide pensar” (Slavoj Zizek, “Sobre la Violencia”).

II.- Puede que el acto de robar, estafar, violentar, hacerle el quite al trabajo, buscar ante todo la satisfacción inmediata, etc. no sean rasgos propios de los pobres. De hecho, nunca lo han sido. quizá nuestro último terremoto ha funcionado como líquido revelador de la sociedad chilena, que a estas alturas no es más que una parcela más de la llamada globalización.

Nada nuevo digo con plantear que hay que hacer una distinción entre esa masa de los pobres. La separación se conceptualizó en pleno siglo XIX como proletariado y lumpenproletariado (Marx/Engels). Fue en “El dieciocho Brumario” donde, tratando de entender la llegada al poder de Luis Bonaparte luego de la Comuna de París (1848), surgió este desprendimiento conceptual que la referencia metafórica a la sociedad como un edificio de capaz sociales (baja, media, alta) hizo malentender.

El usual entendimiento del lumpenproletariado como una masa andrajosa e inconsciente es parcialmente correcta. En efecto, es “lo otro” de la burguesía y el proletariado (el sujeto histórico de Marx), pero no necesariamente lo que está “más abajo”. El lumpen, que era un elemento de las sociedades avanzadas de la época, podía nacer en cualquier capa de la sociedad, pues la conducta lumpenesca está en los orígenes históricos del capitalismo (la conquista, el robo, la usura) (“El Capital”, Cap.XXIV). Todos tenemos un caso a la mano: es más probable que se enriquezca, a corto plazo, un lumpen que un trabajador. El secreto de la acumulación es que no conoce ley, y cuando la reconoce lo hace como coartada.

Un año antes del golpe de Luis Bonaparte, escribía Marx en “Las luchas de clases en Francia”: “se repetía en todas partes, desde la corte hasta el café Borgne, la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada (…) La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa”.

III.- Hay algo incómodo en las imágenes de los últimos saqueos. Esa incomodidad consiste, en primer lugar, en que los mejores saqueadores se parecen demasiado “a nosotros”. En segundo lugar incomoda que el saqueo se extienda, pues el futuro de la acumulación capitalista depende del monopolio del saqueo por una aristocracia que borra el origen de su riqueza con la leyenda del sacrificio de sus antepasados y la reproduce al amparo de la ley.

El descubrimiento público de una clase media lumpenizada -por lo tanto, no solo saqueadora, sino que también inconsciente y negada a su historicidad- llega en el oportuno momento en que comienzan las explicaciones acerca de los motivos de la llegada al poder de la derecha formal. Más allá de las ineficiencias de los gobiernos de la Concertación, queda pendiente hacer la genealogía del proceso de lumpenización de las clases medias en Chile.

Mientras tanto, habrá que resistir la operación anestesiante de los medios, los que utilizando la “maldad” de los saqueadores en sus notas de prensa, no han dejado de proponer un refuerzo al axioma fundamental del liberalismo económico que nos rige: el individuo es egoísta por naturaleza, hay que redirigir esas energías perversas para el beneficio de la sociedad entera.